Alianzas rotas, reproches cruzados y la incómoda lista de los “traidores” a los que el Gobierno señala como responsables
El regreso a foja cero del proyecto que envió el Presidente a Diputados proyecta incertidumbres y temores de un recrudecimiento de una polarización que se volvió más agresiva. Cómo se gestó la caída de la sesión, a quiénes identifican como “culpables”. ¿Se viene un reformateo del Gobierno?
El asesor presidencial Santiago Caputo se quedó hasta anoche tarde trabajando en una misión: identificar a los “traidores” entre las planillas de las votaciones en particular de la Ley Ómnibus. Javier Milei ya había dado la orden de dar marcha atrás y se había ejecutado una decisión política que dejó sin nada a los que querían ir por todo. ¿Fue una derrota calculada, un desenlace inevitable o la acumulación anárquica de eventos desafortunados? Quizás sea una combinación de todas esas y otras alternativas.
La caída de la sesión configura un terremoto político de consecuencias imprevisibles y que todavía tiene a sus principales protagonistas sometidos a la ingrata tarea de la evaluación de daños. El oficialismo pasó de los memes triunfantes a la rabia tuitera. La tarea de Caputo derivó en la publicación de un listado con los nombres y la pertenencia partidaria de los que votaron en contra del Gobierno. Hasta ahora, lo único que domina en el escenario político es la incertidumbre sobre cuál es el camino que tomará Milei después de que “la casta” -como él la llama- le puso un límite.
Infobae repasó con los principales protagonistas de esta novela las causas y consecuencias del regreso a foja cero de un proyecto que el propio Milei presentó como parte central de su plan de gobierno. Entre secretos, revelaciones y especulaciones sobre un reformateo del gobierno, diputados, gobernadores y líderes del oficialismo y la oposición contaron lo que pasó y, sobre todo, lo que puede pasar a partir de hoy.
En el PRO hay una sensación de profundo agotamiento. Son los que más compromiso mostraron para apoyar al Gobierno, que trabajaron en sintonía en las comisiones con La Libertad Avanza y que estuvieron de manera monolítica votando junto al oficialismo. La tarea de esos legisladores, tanto dentro del Congreso como fuera, principalmente en los medios, tuvo un actor protagónico: Mauricio Macri. El ex presidente lideró una bancada cruzada por tensiones y desconfianzas. Respaldó a Cristian Ritondo, que logró establecer una estrategia parlamentaria eficaz, y a Silvia Lospennato, la encargada de pulir el articulado de la ley y ordenar una redacción por momentos rocambolesca.
En el macrismo hay un reproche larvado, principalmente porque el gobierno de Milei está sembrado de funcionarios de Córdoba, que votaron en contra, de ex massistas y de camporistas que siguen en sus cargos y actúan, en los hechos, como la oposición más pura y dura. “Están resistiendo con aguante en ministerios y empresas públicas en cargos bien remunerados. Pero no son capaces de levantar 15 tipos de sus bancas para que las leyes se aprueben”, mascullaba bronca uno de los consultados para esta nota.
“El PRO está poniendo el cuerpo, paga el costo político porque tiene que explicar que no cogobierna, pero vota todo con el Gobierno. Tiene que defender las leyes más que los libertarios, porque no hay uno con capacidad para hacer un discurso ni para plantear una estrategia parlamentaria. No saben”, continuó la misma fuente, que agregó con mordacidad: “Si alguien duda, que mire los discursos y cómo actúan desde el diputado más raso al que tiene la responsabilidad más alta de La Libertad Avanza”.
Y plantea otra alerta: “Mauricio (Macri) va a seguir apoyando porque está a favor del cambio. ¿Ahora, alguno pensó qué puede pasar si dice ‘hasta acá llegamos’?”
El presidente del bloque de LLA, el diputado Oscar Zago, fue el primero que señaló a los “culpables” de semejante desenlace. Apuntó contra el gobernador de Córdoba, el peronista Martín Llaryora; el de Santa Fe, el radical Maximiliano Pullaro; y los cuatro mandatarios que encabezan coaliciones provinciales, como Gustavo Sáenz (Salta); Hugo Passalacqua (Misiones), Rolo Figueroa (Neuquén) y Claudio Vidal (Santa Cruz). Son los chivos expiatorios de una mala praxis o la consecuencia obvia de darles la espalda, principalmente al no mandarles plata. “Si llamaban a un consenso fiscal, se comprometían a resolver Ganancias y a reflotar la moratoria que habían sacado, todo hubiera sido más fácil. Ni siquiera le iban a pedir distribuir el Impuesto PAÍS. Aprovechaban para eso que Milei estaba de viaje”, se lamentó otro de los consultados.
Lo cierto es que uno de los gobernadores “acusados” reveló en diálogo con Infobae que durante todo el martes hubo comunicaciones con funcionarios nacionales que llamaban para garantizarse la aprobación de los artículos más conflictivos. Sobre todo las facultades delegadas, las privatizaciones, la cuestión previsional, y los ítems relacionados con la deuda y la reforma del Estado.
Entre los “negociadores” estuvieron el ministro Guillermo Francos, y por primera vez en todo este agotador proceso legislativo, el titular de Economía, Luis “Toto” Caputo. “Ofrecían partidas y garantizaban transferencias que veníamos reclamando. Respondí que ya era tarde”, confesó otro mandatario. Es que en las 23 provincias y la ciudad de Buenos Aires los reclamos desesperados de recursos se acumulan desde hace más de un mes de los casi dos que lleva la actual administración. La mayoría sin tener siquiera un acuse de recibo.
“Hace semanas que venimos pidiendo una reunión y no fueron capaces de llamarnos para definir un acuerdo fiscal con las provincias. Hoy por hoy, la Nación está garantizándose el equilibrio fiscal a costa de los recursos que se les enviaban a las provincia. Encima, cuando Francos nos llama, promete cosas y después dice que mentimos”, reconoció la misma fuente. Es uno de los que días atrás habló de que Milei ya “no habla con nadie”.
Más allá de que todos los cañones apuntaron contra Llaryora, los gobernadores tratados de “traidores”, salieron a despegarse de los compromisos que, según contaron en Casa Rosada y en el Congreso, tomaron otros referentes de Juntos por el Cambio: “Nos dicen traidores, pero con nosotros no hablaron, aunque estamos pidiendo audiencia con el presidente desde diciembre”.
El reproche escala cuando se indagan las planillas de las votaciones. Están los “dedos pegados” de los gobernadores. Ni los cordobeses, ni los santafesinos, ni los salteños, ni los misioneros ni el resto votaron con La Libertad Avanza. Se dan excentricidades tales como la diputada Alejandra Torres, que votó en contra y es la pareja del titular de la ANSES, el mediterráneo Osvaldo Giordano. ¿Habrá purgas allí, en Transporte, en el Banco Nación? ¿Y en Minería, donde pisa fuerte Salta?
Pero el desorden no es sólo de la relación política con los gobernadores. “El radicalismo estaba dinamitado”. La confesión es de uno de los testigos del colapso de los acuerdos. En la Unión Cívica Radical anida una inveterada pasión por las internas. Despojados de la vocación de poder, la zancadilla, la división y la trampa suelen ser el modus vivendi de un partido que añora a Alfonsín, cuyo final anticipado ocurrió el milenio pasado.
Rodrigo De Loredo tuvo que navegar entre alfiles de gobernadores, los indomables referentes de Evolución -que se identifican con Martín Lousteau y Emiliano Yacobitti- y el emergente “factor Facundo Manes”. En las votaciones cruciales, los que apoyaron a Milei quedaron en minoría. No es de extrañar que en la lista de “traidores”, los radicales sean el subgrupo más numeroso: 25 sobre 61. Al final, Milei le tuvo que dar la razón a Macri: “No confíes en los radicales”, lo previno el año pasado.
No son los únicos que tienen una mirada crítica. “Hay radicales que piensan que las empresas tienen que ser estatales y que las inversiones son mala palabra. Atrasan”, contaba anoche uno de los diputados que intentaron, sin éxito, mantener a flote una sesión que se cayó sin remedio.
Los diputados de la UCR y la Coalición Cívica rechazaron los incisos que pedía el Gobierno y, al final, votaron con Unión por la Patria, con el kirchnerismo. Igual, no aplaudieron, al menos en público.
El fallido Centrão
“Lo que pasó era previsible. Sólo un milagro podía sacar esta ley”. Pichetto se fue fastidiado del Congreso, ese lugar que conoce como ningún otro de los nuevos inquilinos. No habló con nadie. Apenas un par de colaboradores lo escucharon. A la luz de los acontecimientos, los que tenían que hacerle caso cuando pidió que “no sean pelotudos” no le hicieron caso. Evidentemente, algunos fueron.
Ese bloque multicolor quedó astillado y desprovisto de un factor aglutinante. Pichetto había intentado recrear con una treintena de pesos pesados de la política argentina el Centrão brasileño, una difusa identidad política que en Brasil les ha dado a Lula y a Bolsonaro, alternativamente, dosis de gobernabilidad imprescindibles, decisivas, vitales. Surgidos de representaciones estaduales o religiosas -el movimiento evangelista es allí poderoso en cantidad de gente y en recursos económicos- suelen proporcionar en el Congreso los votos para completar mayorías. Pero en Argentina no pudo ser.
Para este grupo, la “Ley Ómnibus” fracasó por temas de menor cuantía. A la hora de la definición, la parte se llevó puesta al todo. “Se había votado la emergencia y al empezar con la delegación de facultades, la oposición empezó a pedir cambios, pero la estrategia del todo o nada terminó en lo inevitable: nada”, explicaron en esa bancada multicolor. En el bloque Hacemos Coalición Federal, la sesión transcurrió entre la sorpresa, la impotencia y la decepción. “Si un aliado pide un cambio hay que darlo, porque sino el Gobierno se queda sin ley. Los principios y los recursos no se pueden escribir en el mismo renglón, no van juntos, van en renglones separados”, les había dicho en un Zoom, días atrás, el propio Pichetto. Tampoco se dio.
Como contamos antes, la unidad colapsó por el rechazo del cordobés Llaryora, el rosarino Pullaro, el salteño Sáenz, del misionero Passalacqua, del neuquino Figueroa y el santacruceño Vidal. Todos abrevaban en este remedo de Centrão que no superó, siquiera, el bautismo de fuego.
La sesión empezó a trabarse por los fideicomisos y a partir de allí empezó una seguidilla de derrotas que los libertarios no supieron o no quisieron parar. La duda que atraviesa a la política, sobre todo a los bloques dialoguistas, ahora es ¿fue sin querer o fue queriendo?